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¿Por qué aumentan las crisis de pareja después de las vacaciones de verano?

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Después del verano, muchas parejas atraviesan un aumento en las tensiones y crisis debido a la convivencia más intensa y los cambios de rutina durante este periodo. El tiempo compartido, que a menudo se percibe como oportunidad de disfrute, también puede sacar a la superficie conflictos latentes.


El verano ofrece momentos de vacaciones, viajes y días largos en los que las parejas pasan más tiempo juntas. Si bien esto puede fortalecer vínculos, también elimina espacios de autonomía individuales: la distancia laboral, social o de rutinas que normalmente ayuda a compensar diferencias se reduce de manera drástica. Las pequeñas fricciones cotidianas, antes diluidas en el ritmo habitual, emergen con más fuerza en la convivencia permanente.


La temporada estival suele venir acompañada de expectativas elevadas: se espera descanso, diversión y armonía. Sin embargo, cuando la realidad no cumple con esas proyecciones —discusiones durante las vacaciones, cansancio, problemas económicos o desacuerdos sobre cómo organizar el tiempo libre— surge la frustración. Esta brecha entre lo esperado y lo vivido alimenta tensiones y, en algunos casos, genera crisis.


Las diferencias en estilos de vida, ritmos de descanso, intereses de ocio o incluso hábitos de convivencia se vuelven más visibles en este periodo. Una pareja puede descubrir que mientras uno busca tranquilidad y desconexión, el otro prioriza actividades sociales y movimiento constante. Esta incompatibilidad, en la convivencia cotidiana intensificada, abre grietas que antes permanecían invisibles.


Paradójicamente, el final del verano suele ser el detonante más claro para la toma de decisiones. Septiembre se convierte en un mes de replanteamientos: con el regreso al trabajo y a las rutinas, muchas personas evalúan lo ocurrido durante el verano, valoran la calidad de su relación y, en no pocas ocasiones, deciden iniciar procesos de separación. De hecho, en muchos países las estadísticas muestran un aumento notorio de divorcios y rupturas tras la temporada estival.


El verano funciona como un "espejo" que refleja aspectos descuidados de la relación: comunicación deficiente, falta de proyectos compartidos, desigualdades en la distribución de responsabilidades. Detectar estos puntos de conflicto puede abrir la puerta a conversaciones más honestas, a la búsqueda de ayuda terapéutica y a un replanteo consciente de la relación de pareja.


Os recomiendo la lectura del libro de Irvin D. Yalom INSEPARABLES.

 
 
 

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